EUCALIPTUS (Sentidos, II)

Llego a Parque Leloir apurada, con calor, y ganas de volverme a capital antes de que anochezca. No había hecho más de dos cuadras cuando el viento comenzó a soplar, y los árboles  se movieron generando ese ruido particular. Automáticamente volví a mi infancia, y me vi a mí misma, con cinco o seis años, jugando en Médanos de Solymar durante una tarde de verano. Tardes en las que los árboles anunciaban la llegada de la brisa, y con ella un breve descanso del calor. 


Las ramas se agitaban, y no tuve más remedio que detenerme en medio de la calle de tierra a escucharlos. Tuve que pararme porque delante mío vi atravesar, de golpe, toda mi infancia rodeada de eucaliptus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario