Recuerdos Culinarios - Borrachitos de Panadería

Siempre que voy a Montevideo tengo largas listas de cosas que quiero visitar, oler, sentir y escuchar. La última vez que viajé, en enero, tenía un objetivo fundamental: volver a probar los borrachitos de panadería. 
Hacía días que venía hablándole a mi novio sobre los borrachitos. Le contaba lo dulces y empalagosos que eran, y cómo el almíbar se te podía pegar en los dedos. Le traté de explicar con palabras ese color rojo especial que tenían, y la textura que producía el coco al probarlos. Le hablé de cómo se cortaban estratégicamente en porciones perfectamente idénticas. 
Entonces, ese domingo de enero en el que estábamos de paseo por la ciudad vieja, lo arrastré hasta la única panadería que había abierta, y me detuve cerca de la puerta a esperar que el dueño terminara de atender al cliente que estaba delante nuestro. Mientras, recorría ansiosa con la vista todo el local, buscando la larga asadera con los borrachitos, pero no la veía por ningún lado. Estaban a la vista los bizcochos, los ojitos, y las estelas, pero no los borrachitos. 
Cuando por fin nos atiende, y le hago el pedido, el señor se queda mirándome con una infinita melancolía o lástima o algo parecido, y me dice que no, que hace años que los borrachitos no se venden. "Nos quedaba toda la asadera llena -me confesó- así que no los hacemos más. Ahora la gente prefiere comprar otras cosas... Los borrachitos pasaron de moda, pero ojalá vuelvan". 
Y así me fui, triste, luego de recordar junto al panadero las épocas doradas en las que los borrachitos se exhibían orgullosos sobre los mostradores y se vendían como el pan caliente.
Tuve que contentarme con comprar unos bizcochos que igual, reconozco, no es poca cosa.


Pueden ver la receta acá.









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