COSAS DE VIAJES (I)

Mis primeros viajes fueron de niña, cuando mis viejos, mi hermano, nuestra perra y yo salíamos de pic-nic. Nos subíamos al auto y nos íbamos a cualquier lado en busca de paz. Y en esa paz, y en esas salidas familiares, yo era feliz.

La idea siempre era salir temprano por la mañana, pero generalmente nos quedábamos dormidos. Mis viejos nos despertaban corriendo, para que nos vistamos y ayudemos a preparar todo para la salida. Recuerdo que entre los imprescindibles que nunca olvidábamos cargar en el auto estaban la mesa plegable, las sillas de playa, el termo y la pelota. Recuerdo tambien sentir que no necesitábamos mucho más. Aunque a veces pienso que quizás esa sensación era mía solamente. Los pic-nics eran por el día, y por lo general incluían sandwiches hechos con galletas de agua o refuerzos de fiambre. De vez en cuando, merendábamos con galletitas dulces y algún yogurth comprado en un almacén de la zona.

Algunos de nuestros pic-nics eran en Montevideo, pero otras veces nos alejábamos un poco más. Es así como por ejemplo conocí Minas y Carmelo. Cualquier parque o bosquecito natural (de esos que abundan en Uruguay) alcanzaba para armar la mesa, y sentarnos a escuchar el silencio. Las risas eran comunes en esos días, las charlas tambien. 

Y qué hacíamos durante esos días familiares? Nada raro, pero no por eso poco especial. Mi hermano jugaba al fútbol con mi viejo y yo escuchaba música en mi walkman, leía, o salía a caminar. En la escuela nos habían enseñado que los indios usaban puntas de flecha para defenderse, y alguien me había contado que los arqueólogos las buscaban en el suelo. Por eso, podía pasarme horas mirando el piso mientras caminaba, segurísima que algún día yo misma encontraría una. Y lo hice, casi 20 años más tarde, cuando aún creía que una de las cosas que más quería en la vida era ser arqueóloga.

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