Pingüinos

Se los veía llegar desde lejos, perdidos en sus rumbos, atravesando las olas de Médanos de Solymar. Apenas tocaban tierra y comenzaban a andar con sus pasos cortos y graciosos, los niños, entre miedosos y curiosos, los seguíamos desde atrás. 
Los pingüinos que llegaban a las costas de Uruguay no eran como los que se veían en la tele. Eran grandes, amarillentos y tristes. A mí me daban pena, pero para la gente, eran todo un espectáculo. Giraban desorientados, cansados y torpes mientras intentaban escaparse del tumulto que los acosaban. Eran algo raro en estas latitudes, pero en mi infancia de playas he visto algunos vivos y a varios de ellos juntando moscas en la orilla. De hecho, he visto más pingüinos muertos en la arena que en el zoo.
Al rato, los niños se aburrían, y se iban dispersando de a poco. Quizás, algún veraneante proponía consultar al zoológico sobre qué debíamos hacer con el animal. Pero en ese tiempo, para llamar por teléfono había que ir hasta el parador del centro. Y mientras se resolvía qué hacer, algún niño era autorizado por sus padres para llevárselo de mascota a su casa, donde siempre morían de calor, tristeza, o desatino. Porque desatinar es que el destino esté lejos de donde realmente se quiere llegar.

Parece

Parece que el 4 de septiembre se festeja por decreto el Día del Inmigrante. 
Entonces un día como hoy surgen historias en las noticias, comentarios en el Facebook, y desfiles en el Planetario. Todos recuerdan como llegaron sus abuelos a "hacer la américa", disfrutan de bailes típicos, y se sorprenden al probar las comidas "exóticas".

Esta es la imagen generalizada sobre el inmigrante.
Pero me parece que no me siento tan identificada con el Día del Inmigrante. 
Porque el 4 de septiembre los no nacidos en la Argentina somos inmigrantes y tenemos trajes de colores, músicas autóctonas, y nombres raros para mostrar en los stands de Palermo. Pero durante el resto del año algunos argentinos nos llaman extranjeros, y parece que como tales venimos a llenar las villas, sacar puestos de trabajo, o "llevarnos un plan trabajar de arriba". Algo irónico, si tenemos en cuenta que somos las mismas personas.

Así es como nos llaman en nuestros documentos, 
aunque en nuestro día seamos "inmigrantes".
No sé, me parece que en realidad hoy no se festeja lo que dicen que se festeja.... Y por mi parte, sólo consideraré válido el decreto del 4 de septiembre el día en el que los extranjeros y los inmigrantes seamos una misma moneda, y no sus dos caras, frente a los ojos de todos  los nacidos acá.       

Gallito Luis

"nuevos pesos van, nuevos pesos vienen", 
y mientras me pongo la campera flúor tela avión.


Esta me la acuerdo. 
Voy a abrir un grupo el Facebook que se llame 
"Queremos que vuelva el comuñe del Gallito a la TV"



Ni idea quién es. Parece que este es el N.H.U. 
(Nuevo Humor Uruguayo)






Tener un ataque retro...

...un sábado a la noche, 
y poner El Cuarteto de Nos.

Y reír, y bailar, y cantar.
Cantar y recordar 1994 con alegría.

Cantar y Recordar...





(éramos tan jóvenes)

Pequeñas Canciones Recordables (II)

Ivana era pelirroja, una de las pocas pelirrojas color naranja que conocí, y vivía en el solar de atrás de mis abuelos en Médanos de Solymar. Con los años, y de tanto ir y venir a su casa, nuestro fondo llegó a conectarse con su patio por medio de un camino. Siempre iba a visitarla, y aunque era un par de años más grande que yo, jugábamos juntas. Es decir, jugábamos entre nosotras cuando no estaba mi tía, con quien tenían casi la misma edad y eran grandes amigas. Si estaban las dos juntas, eran unas adolescentes que se reían y se escapaban para hablar de chicos y esas cosas que yo todavía no entendía. Ivana era hija única, y yo la quería muchísimo porque era una excelente persona, una chica muy buena.


Pero hoy no voy a hablar de ella, si no de su padre.

Nunca pude saber con exactitud la historia del papá de Ivana, porque esas cosas no se hablaban con los niños. Porque las tristezas de los grandes nunca se cuentan a los más jóvenes, si no que se charlan en voz baja entre los adultos. Y esto, que se respetaba a rajatabla en mi familia, a mí me parecía horrible. Me gustaba escuchar cuando se susurraba porque sabía que se contaban cosas importantes. Así es como me enteré pequeños retazos de su historia, detalles como que Ivana no había nacido en Uruguay y que su papá había estado exiliado durante la dictadura. 


Ya de chica me intrigaban los motivos por los cuales alguien que tuvo que salir a la fuerza de su país decidía volver a él. Pero en este caso me interesaba mucho más saber por qué este hombre había elegido vivir en un lugar tan inhóspito como lo era Médanos de Solymar en esos tiempos, cuando no había agua corriente si no de pozo, y se cortaba la luz a la primera tormenta.


Hoy, ya de grande y mientras recuerdo esos años podría atreverme a conjeturar algunas cosas. Por ejemplo, podría suponer que Médanos de Solymar tenía mucho que ver con algo de él mismo y su tristeza. Hay personas que con su mirada describen su alma, y el papá de Ivana mostraba tristeza, tristeza infinita. Calculo que en ese paisaje de bosques y silencio, donde yo podía ver paz y felicidad en lo simple, él quizás encontraba un compañero fiel a su soledad y decepción.

No recuerdo su nombre, pero sí su voz. Cada vez que me veía me llamaba a los gritos y me abrazaba muy fuerte. Me quería, pero a mí él me daba un poco de miedo. Y ahí estaba, todos los fines de semana que iba a Médanos de visita, con su sonrisa para recibirme en el patio de su casa. Los sábados generalmente ponía la música tan fuerte que tapaba el ruido del viento y se escuchaba desde casi todas las casas de la manzana. De los parlantes siempre salía folklore, un folklore que con mis cinco o seis años me parecía triste. 


No supe hasta muchos años después, cuando volví a escuchar la inconfundible voz del cantante, qué era lo que sonaba esos fines de semana de mi infancia en Médanos. Era Zitarrosa, y él nos hacía saber a los gritos que conocía las letras, quizás, porque era su manera se seguir reclamando por el mundo que quiso tener, pero que para él no fue.